En el último mes se encendió la alerta por el aumento de casos por Covid-19 en los barrios obreros más vulnerables, principalmente las villas más pobladas de la ciudad y provincia de Buenos Aires. Con el nivel de testeo actual, el 42% de los casos de CABA se encuentra en las villas: 2.211 casos y 13 fallecidos en la villa 31, la más afectada, seguida del Barrio Padre Ricciardelli (1-11-14), con 1328 y 18 fallecidos. El resto de las villas completa un panorama de 4.133 y 36 muertes en total. En este escenario, la segunda quincena de mayo se activó una intervención específica sobre esa población, que incluyó la consulta en los hogares acerca de la presencia de síntomas, testeo de las personas sintomáticas, vacunación contra la gripe para adultos mayores y aislamiento de los casos detectados. Sin embargo, resulta más bien deficiente, ya que la única forma de conocer la situación real es mediante un aumento de los testeos, que podrían reconocer la mayoría de los casos asintomáticos, sobre todo si tenemos en cuenta que ya se ha superado con creces el tiempo prudencial de manifestación de la enfermedad (14 días aproximadamente).
Resulta más bien deficiente, ya que la única forma de conocer la situación real es mediante un aumento de los testeos
La situación en provincia de Buenos Aires estalló con el caso de Villa Azul, un barrio ubicado entre los límites de los partidos de Avellaneda y Quilmes. El 25/5 el barrio fue literalmente cercado por la policía y el ejército cuando el daño ya estaba hecho. Los rumores de contagio dentro del barrio circulaban hacía días, pero las autoridades se ocuparon de negarlo. Al no haber actuado a tiempo, se tomó una acción desesperada y miserable, que el gobierno empeora con falta de asistencia sanitaria y alimenticia.
Los vecinos denuncian, en primer lugar, que es falso que se hayan realizado testeos casa por casa. Hay zonas enteras donde el personal sanitario no llegó. Y donde fueron, no se realizaron testeos. Los vecinos tienen que acercarse a la salita del barrio o a una posta sanitaria improvisada para pedir que los testeen, y esto solo se realiza en caso de que presenten síntomas. Además, no todos los casos positivos se aíslan. En muchos hogares, miembros de la familia enfermos conviven con los que aún no muestran síntomas, aunque es posible que ya estén contagiados. Sin embargo, ante la posibilidad de que sean trasladados a los centros de aislamiento de UNQui, UNDAv u otros hospitales de Quilmes o Avellaneda, los vecinos prefieren quedarse en su casa debido a las condiciones de internación que tienen allí. Ya han circulado otras denuncias donde se muestra la falta de elementos esenciales necesarios. Los aislados tienen que compartir cubiertos y vasos, conviven casos graves con leves, la atención medica es insuficiente, no hay abrigo ni calefacción, entre otras cosas. En el caso de la Unidad de Pronta Atención de Wilde, los pacientes denuncian que están pasando frío y hambre, y que el control médico es escaso.
Ante la emergencia en la que se encuentra el sistema de salud en general, y el de la provincia en particular, ni el gobierno nacional ni el provincial han tomado medidas extraordinarias para cubrir el alza de la demanda
Cabe señalar que ante la emergencia en la que se encuentra el sistema de salud en general, y el de la provincia en particular, ni el gobierno nacional ni el provincial han tomado medidas extraordinarias para cubrir el alza de la demanda. Un hospital nuevo, prácticamente de campaña, y centros de aislamiento en clubes o universidades no son lugares adecuados para tratar esta enfermedad. El personal de la salud, ya sobreexplotado por las largas jornadas de trabajo y los bajos salarios, está más agotado que de costumbre. Debiera movilizarse personal de todo el país, sobre todo a aquellos médicos y enfermeros desocupados o sub ocupados, para cubrir el exceso de demanda en las condiciones laborales y de seguridad e higiene correspondientes.
Otro problema muy grave en Villa Azul es que la asistencia alimentaria es muy poca, distribuida discrecionalmente por los punteros y, para colmo, en mal estado. Hay zonas donde durante dos o tres días llega solo agua y un día pan. Hasta ahora se ha comido carne una sola vez y pollo dos veces. Lo que más se envía es verdura, a veces solo espinaca, pero hay días que no llega nada. Hay que tener en cuenta que en cada hogar conviven, como mínimo, cinco personas, entre ellos algunos contagiados. En los últimos días, se entregó arroz con gorgojos y materia fecal de ratas, y harina y agua vencidas. Es decir que, como si con el Covid-19 no alcanzara, se los somete al contagio de enfermedades potencialmente mortales, como el hantavirus, la leptospirosis y la salmonella, entre otros. En suma, a una población que ya presentaba todos los problemas asociados con la pobreza, se le da un tratamiento más miserable que el que reciben cotidianamente. Y todo ello agrava las condiciones de circulación del virus.
De la 31 a Villa Azul, el problema no es el virus. El problema son las condiciones de vida a las que son sometidas las capas más pobres de la clase obrera argentina
Hay soluciones fáciles y rápidas que podrían implementarse hoy mismo. En la Argentina, sin ir más lejos del segundo cordón del conurbano, sobran tierras. Hay que instalar viviendas prefabricadas en condiciones habitacionales y sanitarias adecuadas. Es decir, con suficiente espacio para las familias para que puedan cumplir con el aislamiento preventivo y con llegada del agua corriente y de cloacas a cada una de ellas. Ante el aislamiento y, sobre todo, de la falta de trabajo e ingresos, los alimentos deben llegar diariamente y de forma adecuada suficiente. Es intolerable que el gobierno envíe alimentos vencidos e infectados, como están enviando a Villa Azul. Porque otra cosa que sobra en la Argentina son los alimentos. A esto deben sumarse los testeos masivos en la población afectada, otra cosa con la que el gobierno hace propaganda, pero no cumple.
De la 31 a Villa Azul, el problema no es el virus. El problema son las condiciones de vida a las que son sometidas las capas más pobres de la clase obrera argentina. Condiciones que las convierten en víctimas de un crimen social toda vez que la política del gobierno en las villas, a lo Bolsonaro, deja que la gente se termine arreglando como pueda frente a la pandemia.
*Doctora en Ciencias Sociales. Miembro del CEICS - Razón y Revolución.